Ecosistema
Dulce tarea
la de las tibias aguas que apaciguan almas moribundas durante siglos, me
pregunto si por algún error divino fuiste encomendada con la misma tarea al
nacer.
Inconscientemente
conozco la razón de mi escribir, no le escribo a la paz, ni a la claridad, me
fui dando cuenta que en cada palabra que escribo me acerco un metro a vos, me
alejo del olvido.
Con la
certeza de quien cierra los ojos para oír el río movilizándose como pidiendo
permiso sin saber que es un regalo del cielo, con esa misma certeza siento que
estas acá, al lado mío, regando los malvones de mi camino y germinando
constantemente.
Así fuiste
lentamente masticando mi desasosiego
partiéndolo en mil pedazos y ellos, simulando ser imanes, poco a poco se
fueron enlazando a mí. Ciertos días suelo sacudírmelos, pero cada pedacito
tiene sentido de pertenencia y yo soy su residencia, yo los constituyo como
ellos me constituyen a mí.
Asumo que no
te enteraste del ciclo existente que acabo de describir, la magnitud de la erosión
que me fuiste causando formó una especie de ecosistema con leyes propias en mi
organismo. Dentro de esta organización que se ha establecido hay jerarquías y funciones,
por ejemplo: los recuerdos más viejos le transmiten su experiencia a los más
jóvenes, temiendo algún día morir sin dejar herencia. Pequeños átomos de
sensaciones impresas son transportados en grandes caudales diariamente y
distribuidos ampliamente. En cada microscópica célula de este ecosistema hay
algo en común, hasta en el más pequeño de los cromosomas habita el recuerdo de
tu nombre.
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