El olvido tiene puertas transparentes

 Imperceptibles. Se cierran y se abren. Muchos han intentado calcular cada capa, la distancia entre lo sucedido y lo olvidado, pero es cierto: el olvido tiene puertas transparentes.
 Desconfió de mi temporalidad, los años se me van cada vez más rápido y nunca tuve la capacidad de medir el tiempo, el reloj es un arma de doble filo y sus agujas nunca representaron mis segundos.
 La ilusión del tiempo nos diluye la forma y el color de cada puerta que, sin darnos cuenta, cruzamos, crea el efecto contrario. Esas puertas se me vuelven cada día más transparentes y tengo miedo de que ni siquiera existan.
 Lo malo de vivir el momento es que dura muy poco ¿y si lo mejor fuera entrenar nuestra memoria hasta que se conviertan nuestros ojos en filmadoras que registran cada momento perfectamente?... pero reproducir un instante no es volver a vivirlo, aunque muchas sensaciones vuelven.
 Lo ideal sería transformar cada puerta en una cortina de esas que tienen tiras largas que llegan al suelo, así cada transición duraría más y arrastraríamos las tiras con nuestros brazos hasta el próximo cruce.
 Quizás este en la naturaleza del hombre lo que llamamos olvidar. Quizás haya en nuestra mente una papelera de reciclaje donde de alguna forma siga habitándonos cada recuerdo. No dejan de venirme a la cabeza las imágenes aproximadas, el rio que fluye, el círculo plano, la arena entre los dedos, el viaje, pero todo está muy lejos. El pasado y el futuro siempre estuvieron alejados entre sí.
 Pensar y dejar de pensar en esto me traerían igual cantidad de dudas. Ojala me chocara con cada puerta como cuando nos chocamos con una puerta extremadamente limpia. Lo tan transparente es invisible y lo que no se ve muchos dirían que es inexistente.


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