17 Poemas (Hora 4)

La tarde no supo calmar mis ansias, sólo encontraba en el incierto porvenir el distante silencio. Obsesionado con la suerte y los rompecabezas, alimentando los conflictos internos del pasado y con el alma desangelada prolongué mis pasos hacia la vereda. Las horas no aterrizaron jamás, como si se tratara de una mera postal pictográfica congelándonos en la inacción.

Del aire nació una inercia que no es más que una costumbre, una sorpresiva absorción, y dentro de la calle vi las vidas en tránsito, como cápsulas, amando el laberinto diario. La pintura blanca de las casas es la superficie donde el sol despega y los edificios son la mitad del silencio (la mitad de nuestros ocultos oídos). El pavimento no es mas que la madera de nuestros tiempos, asimilada como natural, hasta nos suele sorprender que de el no florezcan seres vegetales.

Me encontré entre autos.

Nos vi rodeados de medidas y medicamentos, acariciando nuestros autos fríos, como buscando en aquel contacto cierto tipo de alivio, un ápice de control sobre una aparente inmovilidad vehicular.

De pronto una serie de meros detalles ocasionó que en mi mente se evapore aquel pensamiento enajenado. Me volví una distracción, un elemento del paisaje y camuflado en las formas de la ciudad me solté de las cuerdas del ego, ya no era yo, solo era una parte de aquel entramado teatral.

Como un intento de darle un mordisco a la bella y muda realidad, levanté la vista hacia las nubes, no eran las mismas de siempre, constituían una textura totalmente nueva.

Ni habiendo experimentado tal inmersión, tal intromisión en el caudal urbano pude deshacerme por completo de Francina. En cada rostro existía la ausencia de su rostro, ella habitaba en cada presencia, en cada manifestación del exterior.

Aun así, sentí que en el afuera me libraba un poco más de ella. Estaba claro el por qué. En el exterior ella ocupaba menos espacio del que yo percibía.


Allí mismo esbocé:



Dentro del centro
de la súbita quimera
un rocío perpendicular.


Tan distante
como un soplo de mar
como una indiferencia
que te sobrepone.



Un punto plano de luz
sobre un centímetro de tu piel
aislando nuestras perspectivas

cuanto sol es el brillo?
cuanto vos?

Y sobre estas palabras
yacen tus piernas
como dos milagros
que juegan a danzar

decididas a dibujarme
con la punta de los pies





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